NUESTRO ENCUENTRO DEL 29 DE MARZO
Pastoral de Rupert Bunny
Tenía que ocurrir, ¡y finalmente ocurrió!
Una persona, una mujer,
que venía al encuentro de sensualidad, sola, de incógnito total,
horrorizada ante la posibilidad de coincidir con alguna persona conocida, se
dio de bruces con una persona muy conocida, un familiar muy cercano.
¿Y ahora qué hago?, me interrogaba
nerviosa antes de entrar a la sala de actividades.
Lo mejor es que entres,
le dije, nos sentamos y lo hablamos entre todos.
Así lo hicimos, y conseguimos que se
tranquilizase. Nadie viene a nuestros encuentros con ganas de
fastidiar, y así se lo manifestó la persona que la
conocía. A los pocos minutos se había olvidado de sus temores y
participaba con total normalidad en los juegos que nos sirven para
explorar, memorizar, reconocer y disfrutar de nuestras anatomías,
tan diferentes, tan placenteras, tan irrepetibles. Es evidente que
para esa persona,el encuentro inesperado del domingo pasado supone un antes y un después.
De una manera natural, sin esperarlo, ella ha comprobado que el mundo
no se viene abajo por el hecho de que haya manifestado y reconocido
su curiosidad erótica, delante de una persona conocida, que
sentía la misma curiosidad que ella.
Estas situaciones siempre me hacen
reflexionar sobre una cuestión…
Nuestro cuerpo, el único
cuerpo que tenemos, ¿es nuestro realmente? ¿Por qué tenemos miedo
de que los demás averigüen nuestras preferencias en materia de
comportamientos eróticos? ¿Por qué hemos permitido que nos
arrebaten nuestro cuerpo los políticos, los médicos, la iglesia, los educadores,
nuestros vecinos, nuestros familiares, nuestras parejas?
La respuesta prefiero
dejársela a sociólogos, psicólogos, intelectuales y estudiosos de
los comportamientos humanos. Pero la pregunta es para tod@s.
Por lo demás, nuestro
encuentro fue un placer, como siempre. Cuando al final de la sesión
nos situamos frente al enorme espejo de la sala, todos abrazados, con
nuestros cuerpos brillando por los aceites aromáticos que nos
habíamos repartido generosamente, pudimos contemplar la belleza de
la desnudez más total y absoluta, la que nos unió y nos hizo a
tod@s iguales y generos@s. Nos regalamos nuestros cuerpos,
compartimos el placer de la piel, acariciamos con mayor o menor
sabiduría o torpeza, fue de nuevo un aprendizaje. Fue otra batalla
ganada por la reconquista de nuestro cuerpo.
¡Gracias a tod@s!